¿Deberíamos expulsar a Chat GPT de las escuelas?

La introducción de una nueva tecnología generalmente desencadena reacciones polarizadas, entre una acogida entusiasta y reticencias persistentes. La inteligencia artificial (IA) no es una excepción y genera dilemas. Sin embargo, en lugar de debatir si debe ser acogida o prohibida en el sistema educativo, ¿no deberíamos partir del principio de educabilidad, tan caro a Philippe Meirieu, y preguntarnos cómo guiar a cada aprendiz hacia los conocimientos necesarios para encontrar su lugar en el mundo del mañana?
Planteemos entonces la pregunta de esta manera: “¿cómo integrar la IA en nuestros planes de estudio para guiar a cada aprendiz hacia su propia excelencia?” Ante el constante avance tecnológico, es crucial considerar las preocupaciones que plantea el uso de la IA, pero también cómo podría facilitar el acceso a una educación de calidad al replantear las prácticas pedagógicas y la postura del docente, marcando así una revolución en los métodos de enseñanza que tienen más de un siglo.

La emergencia de la inteligencia artificial en el sistema educativo es un arma de doble filo. Por un lado, la IA puede utilizarse como una herramienta eficaz para asistir a estudiantes y alumnos proporcionándoles material de aprendizaje personalizado y retroalimentación instantánea sobre sus trabajos. Por otro lado, si se usa sin precaución, puede tener efectos adversos en su rendimiento y preparación para el mercado laboral.

El reciente ejemplo de Chat GPT muestra que algunos centros educativos lo han prohibido por temor a que facilite el engaño y reduzca los estándares académicos, mientras que otros lo han acogido en sus aulas al considerar imposible combatir estas tecnologías y librar una batalla perdida de antemano. Ambas posturas son defendibles. Los centros que han bloqueado el acceso a estas tecnologías son conscientes de que, si el trabajo de un aprendiz se delega totalmente a la tecnología, el aprendizaje se reduce o desaparece, especialmente en un momento crucial para el desarrollo de los adolescentes.

Sin embargo, esta prohibición ha resultado relativamente ineficaz, ya que los estudiantes fácilmente la eluden mediante el uso de conexiones 4G de sus móviles, dando la razón a los defensores de su integración. ¿Cómo podemos entonces guiar a los aprendices y también a los docentes en el uso adecuado de la IA?

Normativas institucionales

La Comisión Europea ha reflexionado durante varios años sobre la integración de lo digital en la educación, desde la enseñanza primaria hasta la superior. Para asegurar que docentes y estudiantes aprovechen el potencial de la IA en el aprendizaje, ha publicado directrices para un uso ético de la IA y los datos en la educación y, el 30 de septiembre de 2020, aprobó el plan de acción para la educación digital 2021-2027. Estas directrices buscan brindar apoyo en todos los niveles, tanto en la enseñanza como en las tareas administrativas asociadas, para que todos puedan beneficiarse de una experiencia de aprendizaje óptima.

En América del Norte, la Federación Nacional de Maestros y Profesores de Quebec nos da un ejemplo de cómo abordar esta cuestión.

En Francia, a finales de enero de 2022, el ministro de Educación Nacional, Pap Ndiaye, presentó una estrategia digital para la educación 2023-2027 con el objetivo de reforzar las competencias digitales de los alumnos y acelerar el uso de herramientas digitales para el éxito estudiantil. Los diferentes ejes y medidas se detallan en un informe de 41 páginas que desarrolla, en particular, los puntos de una oferta digital “razonada, sostenible e inclusiva” en beneficio de una comunidad educativa y para “permitir que los alumnos se conviertan en ciudadanos informados en la era digital”.

La reflexión iniciada va más allá del ámbito escolar o universitario y requiere la movilización de todos los educadores, padres y maestros, para acompañar a las nuevas generaciones en el uso de estas tecnologías que están revolucionando las prácticas pedagógicas, especialmente en el contexto escolar y universitario.

El punto de inflexión Chat GPT

La tecnología Chat GPT, que ha captado la atención desde su lanzamiento el 30 de noviembre de 2022, se ha vuelto un fenómeno conocido por todos. Muchos estudiantes de secundaria y universitarios han intentado delegar sus tareas a esta inteligencia artificial. Y numerosos docentes han manifestado su frustración, dado que resulta complicado determinar si un trabajo ha sido realizado por un estudiante o por la IA, especialmente porque Chat GPT puede ajustar su nivel de redacción, ya sea para un estudiante de secundaria o alguien que prepara una tesis, por ejemplo.

OpenAI, la compañía detrás de Chat GPT, junto con otras, han prometido desarrollar herramientas para diferenciar entre textos escritos por humanos y aquellos generados por IA. Actualmente, esto funciona bastante bien con textos en inglés. No obstante, de diez pruebas que realizamos en textos en francés con un software de detección de plagio, los resultados indican que en un 60% de los casos el software identifica la IA, mientras que en un 40% no lo hace. En ciertos casos, incluso considera que el texto ha sido escrito por un ser humano.

Además, descubrimos que, en los textos generados por IA, bastaba con cambiar dos o tres palabras en cada frase para que el software de detección creyera que la redacción procedía de un ser humano. Las únicas alternativas efectivas hasta la fecha, y que son solicitadas por los educadores, son los exámenes escritos en papel, sin acceso a Internet, y las evaluaciones orales. Sin embargo, las universidades no disponen de los medios técnicos y/o logísticos para llevar a cabo todos los exámenes de manera presencial. Y el desarrollo de la IA avanza a un ritmo exponencial.

Estos cambios ponen en tela de juicio la evaluación de competencias y podrían socavar la credibilidad de los títulos académicos. Podemos anticipar que los reclutadores ya no se conformarán con el reconocimiento académico y añadirán pruebas diagnósticas para verificar las competencias declaradas en el CV del candidato. Esto podría motivar a los estudiantes a enfocarse en adquirir habilidades en lugar de centrarse únicamente en las calificaciones. ¿Nos impulsaría el avance de la IA a concebir la educación de una forma distinta?

Una revolución copernicana

El psicólogo suizo Édouard Claparède habló desde principios del siglo XX sobre iniciar una revolución copernicana para reconocer la capacidad del niño de ser un agente activo en su educación. El educador ya no sería un “maestro” sino un “facilitador”, para usar las palabras de Roger Cousinet, inspector francés que, junto con la famosa María Montessori, fue parte del movimiento internacional de Nueva Educación que se unió en 1921 con el fin de transformar la educación.

La innovación educativa entonces llega a la escuela a través de diversas herramientas y métodos que no se basan en la enseñanza tradicional e idéntica para todos, sino en un aprendizaje adaptado a las capacidades específicas de cada alumno. Es la escuela inclusiva adelantada a su tiempo. Partiendo de lo que es significativo para el niño o joven, el docente provee los elementos necesarios para construir su proyecto, y concibe la evaluación de una manera diferente.

Sin embargo, ante los riesgos de las nuevas tecnologías y la sobreabundancia de información ahora al alcance de todos, repensar el rol del docente parece ser uno de los aspectos cruciales. A esto se suma el desafío de las escuelas del futuro de integrar los nuevos conocimientos esenciales para la educación del mañana, entre los que el filósofo Edgar Morin incluye, el conocimiento del conocimiento, la incertidumbre y el error, como elementos clave.

Ante la vastedad de conocimientos disponibles y la IA que permite utilizarlos de forma más o menos inteligente, educar en la búsqueda de información y su uso prudente representa una oportunidad para concienciar a los estudiantes sobre el valor que todos pueden obtener del aprendizaje desde el primer día.

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